Esta es una reflexión en forma de carta dirigida a madres y padres (biológicos o "postizos"), tutores, mentores, profesores, instructores...En definitiva, a todos aquellos que sienten la responsabilidad de proteger a alguien.
Querida mamá:
Me has dado de comer, me has dado consejo, me has abrazado en los momentos tristes y en los alegres, y has celebrado mis éxitos más que nadie. Siempre has estado ahí para protegerme, y lo sigues estando. Es algo que siempre te agradeceré. Gracias, mamá, por tu amor incondicional y tu dedicación.
Necesito decirte algo que no te va a gustar, y menos si viene de mí. Quiero que sepas que no eres perfecta.
Eso no quiere decir que el primer párrafo de esta carta sea mentira. Nunca dudaré que siempre has hecho por mí todo lo que has podido, dentro de lo que has considerado correcto. Por eso, lo primero que he hecho ha sido darte las gracias por todo lo que me has dado.
Yo, al igual que tú, no soy perfecta. Ni como hija, ni como alumna, ni como individuo. He hecho cosas que no te han gustado, he cometido errores más o menos garrafales y he tomado malas decisiones. Y quiero decirte otra cosa que tampoco te va a gustar: no debes impedírmelo.
Sé que te molesta que no siga a rajatabla todos tus consejos, porque me hablas desde tu experiencia y has pasado por lo mismo, o por algo parecido. Sé que tendrás razón el 99% de las veces, no hará falta que me digas "te lo dije" (aunque me lo dirás) ni que yo te diga "tenías razón" (algo que espero admitirte alguna vez). Pero también sé, aunque no sea madre, que todo esto lo haces porque me quieres y no quieres que sufra por un error o una mala decisión.
Ahora quiero hacerte una petición que no vas a comprender: déjame equivocarme.
Quiero llegar a las mismas conclusiones que llegaste tú por el mismo camino: el aprendizaje. Dame la oportunidad de frustrarme, porque sólo así aprenderé a manejar mis frustraciones. Dame la oportunidad de tomar malas decisiones, porque no quiero depender de tu consejo cada vez que quiera avanzar un paso. Dame la oportunidad de vivir mi propia experiencia (que no siempre será la misma que la tuya) para darte a ti la oportunidad de decirme "te lo dije", y alguna vez, sólo alguna vez, para demostrarte que hay más de una manera de hacer las cosas. Dame la oportunidad de aprender de los errores para construir mi persona.
Te pido que no entiendas estas palabras como un desprecio a tu sabiduría. Como hija, como alumna, también tengo un orgullo. Pero no entiendas ese orgullo como la incapacidad para reconocer cuándo tienes razón, sino como la necesidad de experimentar mis propios límites, de comprobar si siempre tienes razón. Porque no siempre vas a estar ahí para protegerme, mamá. Y necesito prepararme para caminar sola cuando tú no estés.
Sé que los impulsos de protección de una madre son difíciles de controlar. Para mí también será difícil, y dudaré de estas palabras cuando la madre sea yo. Pero mamá, si quieres lo mejor para mí, si quieres que vuele, no puedo estar siempre debajo de tu ala. Tú también te has dado cuenta, ¿verdad? Tus alas ya no son más grandes que yo, y ya no pueden taparme por completo, y eso te da miedo.
Yo también tengo miedo. Por eso necesito que me des confianza, que no conviertas tus consejos en caminos únicos que, de no seguirlos, llevarán mi vida a fracasos más o menos acusados. Acompáñame en este camino de aprendizaje sin recorrerlo por mí, y no te enfades si ves un error que yo no veo. Ya lo veré, sólo necesito tiempo. Y que confíes en que seré capaz de verlo.
Espero que llegados ya al final de esta carta estés menos molesta conmigo por las cosas que te he dicho. Si no, no pasa nada. Tú también necesitas tiempo para comprenderlo, y yo confío en que lo harás. Y si no me dices que "tenía razón", tranquila, que estaré deseando que llegue la oportunidad de decirte por primera (y quizás única) vez "te lo dije".
A pesar de todo, no dudes ni por un segundo que te quiere
Tu hija, a la que nunca le parece bien lo que dices
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