La semana pasada, en la primera clase práctica de Fisioterapia Pediátrica visualizamos un documental de RTVE sobre niños prematuros, titulado "500 gramos de vida". Dicha cifra es el peso mínimo que puede tener un recién nacido, junto con un mínimo de 24 semanas de gestación, para considerar la posibilidad de sacarlo adelante.
Por regla general uno piensa que un niño prematuro es más o menos un niño que se adelanta y que es un poco más pequeñito que otros recién nacidos, pero poco más. Esto no es así, es mucho más complejo. Os haréis una idea de a qué me refiero después del salto de línea.
Pensad que una gestación normal dura unas 40-42 semanas y os daréis cuenta de que 24 semanas es la mitad del tiempo necesario para que el feto se forme por completo. Esto implica muchos riesgos para un recién nacido prematuro:
- Es extremadamente sensible a los estímulos externos, especialmente al ruido y al tacto (por supuesto al dolor). Acariciarle y palparle con más fuerza de la cuenta podría crearle un trauma que le hiciera rechazar el contacto físico.
- Sus huesos, músculos y órganos internos no están totalmente formados, por lo que puede padecer problemas principalmente respiratorios, cardiovasculares y motores. También son frecuentes las retinopatías.
- Un estudio reciente sugieren que los niños muy prematuros podrían sufrir hipertensión, no hipotensión como se pensaba hasta la fecha. Esto añade el riesgo de hemorragia cerebral a las complicaciones que puede sufrir el bebé prematuro, con todo lo que implica un accidente cerebrovascular.
- Sus constantes vitales, en general, son muy cambiantes, por lo que el personal sanitario no puede relajarse ante un período de estabilidad en el bebé prematuro.
- No hay que olvidar lo que esta situación supone para los padres del recién nacido: la intranquilidad por la situación inestable del bebé, unido a un sentimiento de culpa difícil de mitigar (¿Es que no me he cuidado lo suficiente durante el embarazo? ¿Qué hemos hecho mal?) y al largo período de ingreso en el hospital.
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